El respeto al ecosistema no supone rechazar un siglo de avances arquitectónicos

Al pensar en los paisajes generados por el turismo en España, de inmediato la mente acude a los desastres del desarrollismo, a las costas del sur y levante peninsular. Al hotel-bloque que destroza la línea de playa, y que genera un sky line digno de una metrópolis. En el extremo opuesto, el imaginario colectivo se vuelve a idílicas imágenes de apacibles aldeas, con sus casitas de piedra, madera, cerámica, flores en las ventanas..., tal como se quiere que hubieran sido los pueblos de España en un pasado románticamente edulcorado.

Sin embargo, junto a estos paisajes generados por la actividad turística durante las últimas décadas, empiezan a surgir otros: los que producen actuaciones urbanísticas y arquitectónicas modernas y sorprendentes que se integran en el entorno, modificándolo; pero sin agredirlo. Son iniciativas que respetan el medio ambiente e integran la naturaleza en el inmueble, al modo que los maestros del Movimiento Moderno preconizaran: no sólo hay jardines interiores, sino que los amplísimos ventanales que rasgan a veces los muros, sirven de hecho para ordenar el paisaje desde dentro e integrarlo en la visión de un viajero que además de recorrerlo por fuera, puede contemplarlo enmarcado desde el interior, haciéndolo un todo con la arquitectura.

Son hoteles de nueva planta que se erigen en ámbito rural partiendo de que la modernidad no es patrimonio meramente urbano y que el respeto al ecosistema no supone rechazar un siglo de avances arquitectónicos. De hecho, estos establecimientos demuestran que una actitud valiente de reivindicación de los valores de la modernidad, pone en evidencia lo falaz que resulta el manido repertorio del pastiche popular-pintoresco, tan del agrado del turismo rural. Ese recrear, en definitiva, unas embellecidas aldeas, donde no hay una vaca y cada casa es un reclamo turístico.

Parece claro que los efectos del desarrollismo con sus bloques de pisos salpicando costa y zonas rurales de nuestra geografía son objeto de crítica general, cuando hay un mínimo de sensibilidad. Precisamente, donde surgen los problemas no es en estas cuestiones que provocan reacciones de rechazo más o menos unánimes. En lo que aparecen las discrepancias, los enfoques diversos, e incluso los choques es en lo referente a esas otras actuaciones aparentemente inocuas si se observan aisladamente y de un modo impresionista. Actuaciones que, sin embargo, se evidencian perversas en sus resultados. Se trata aquí de concretar hasta donde se puede llegar sin 'desrealizar la realidad' hasta convertirla en un espectáculo, en un parque temático de sí misma[1].

Y es que lo mismo se fabrica un pueblo nuevo a partir de casitas encaladas en Andalucía, que se recuperan casas-cuevas - nada más exótico y pintoresco - para el turismo, o se edifican corraladas en Asturias al modo de las tradicionales, para albergar núcleos de turismo rural, donde falta por completo la base económica, agrícola o ganadera, que tradicionalmente sustentaba estas aldeas.

Y el riesgo no sólo afecta al ámbito rural, según alertan los estudiosos, y se trata además de una amenaza consistente. Hay una tendencia a lo que Delgado Ruiz[2] denomina la 'disneylización' de las ciudades culturalmente emblemáticas. Es decir que aquellas urbes que son punto de atracción, de peregrinaje, intentan parecerse a la imagen que de ellas se tiene, para convertirse en ciudades donde a la larga sólo queden turistas y empleados. El sociólogo Marc Augé expone un París de ficción en el año 2040[3]: Todo es un espectáculo y las atracciones complementan y eclipsan a los monumentos. Los viejos cafés habrían sido derribados y rehechos de forma idéntica (como se hizo con la emblemática plaza de El Fontán en Oviedo, por poner un ejemplo). Apenas hay habitantes reales: sólo el Presidente, algunos artistas y poco más.

En ámbito rural no hay más que mirar alrededor y ver que ocurre otro tanto: como hecho consumado y sin solución Mijas en Málaga, donde es imposible encontrar un establecimiento o actividad no destinada directamente al turista que busca y encuentra todos los tópicos: burro-taxi, callejas empinadas, casas encaladas.... Como tendencia aún no plenamente consolidada, pero temiblemente próxima La Alberca en Salamanca, o Santillana del Mar en Cantabria, lugares que son auténticos pastiches de lo que fueron hace dos décadas.

La elección de fórmulas vinculadas a modelos relacionados con la tradición popular o regional a la hora de edificar de nueva planta es una constante en los hoteles de ámbito rural en la última década, lo que contrasta con la apuesta por la modernidad que se produjo en algunos ejemplos de los años ochenta. Si a esto se añade que en otros muchos casos se recurre a la rehabilitación de inmuebles preexistentes a la hora de poner en marcha un establecimiento hotelero, el resultado inmediato del conjunto de hoteles, casonas o apartamentos turísticos es el aspecto tradicional, con un mucho de rural, de historicismos varios. A esto colabora en ocasiones de forma decisiva una normativa urbanística de resultados perversos, que para evitar los despropósitos del desarrollismo de décadas pasadas encorseta y refrena cualquier veleidad que apunte hacia la Modernidad.

De todas formas, hay que destacar la aparición en los últimos años de ejemplos de establecimiento hoteleros donde se ha cuidado un diseño más moderno, sin concesiones al pasado, que abre un esperanzador cambio de tendencia en la arquitectura del turismo.

Igualmente merece la pena mencionar el interés de los arquitectos por las cuestiones bioclimáticas y el medio ambiente[4], en el sentido de entender la construcción como 'un organismo viviente, el cual ocupa un territorio que no le pertenece. Altera o destruye la vegetación previamente existente, consume su agua, altera la temperatura de su entorno obstruyendo el sol o disipando energía y sobre todo contamina el medio ambiente...'. En todo caso no debe interpretarse esto como una mirada ni romántica ni ingenua, ni mucho menos de regreso a la cultura hippie, al ideal del buen salvaje (aunque en ocasiones haya quien así lo desarrolle), ya que según señalan sus defensores 'el problema no se solucionará mitificando la arquitectura popular como modelo a seguir. Ello no conduce más que a falsos pintoresquismos que esconden realidades y avances tecnológicos imprescindibles. Se trata más bien de aprovechar los grandes avances tecnológicos conseguidos y aplicarlos, o lo que es más importante, repensarlos para situaciones concretas y lugares precisos'.

No obstante estas interesantes tomas de postura, parece claro que de momento no existe una sensibilidad generalizada ante el sinsentido de una actitud que rechaza la mayoría de innovaciones formales y técnicas que se han producido en la evolución arquitectónica del siglo XX.

Se constata una tendencia a recuperar un pasado idealizado para las construcciones hoteleras que afecta en general a todo el territorio nacional. Así, siguiendo un poco la propaganda de los distintos hoteles, donde se hace patente qué se oferta y qué atrae al visitante, encontramos todo tipo de alusiones a las construcciones tradicionales y al valor que la antigüedad concede a inmuebles y muebles.

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[1]

AUGÉ, Marc: El viaje imposible. El turismo y sus imágenes, Barcelona, 1998 (1ª edición: 1977).

[2]

DELGADO RUIZ, Manuel: 'Trivialidad y trascendencia. Usos sociales y políticos del turismo cultural' en HERRERO PRIETO, Luis César: Turismo cultural: el patrimonio histórico como fuente de riqueza, Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y León, Valladolid, 2000.

[3]

AUGÉ, Marc:1998; op. cit.

[4]

FERNÁNDEZ ALONSO, A. Y RUIZ-LARREA, C.: 'Algunas reflexiones sobre arquitectura bioclimática', en Tierra Sur, Nº5 , Sevilla, otoño, 1999.

Un recorrido por nuestra geografía buscando planteamientos innovadores

Haciendo un recorrido rápido y superficial por nuestra geografía, sólo a modo de reconocimiento general, vemos cómo en Llanes (Asturias) en la información que aparece de La Quintana del Cuera, edificado en 1994 con proyecto del arquitecto Juan Braña Díaz, se señala: 'Hotel de nueva planta construido siguiendo la estructura tradicional de Quintana'. Toda una declaración de principios. De hecho es un conjunto de edificios similares a los habituales en la zona en las últimas centurias, que rodean una piscina, y no falta ni el hórreo de nueva construcción. Hay que tener en cuenta que la quintana o casería , en torno a la cual se organiza toda la vida doméstica y que dispone de un espacio anterior donde se ubican las dependencias auxiliares, la corrada, es precisamente lo que aquí se pretende recrear, incluso en la morfología de los inmuebles. El mismo planteamiento de corrada o corralada aparece en La Llúriga (2002), obra del arquitecto Ricardo Peláez Amieva, autor de numerosas construcciones para el turismo rural en el concejo[5].

 

 

Fig. 1. Hotel La Quintana del Cuera

Fig. 2. Hotel La Llúriga

También en la tónica de buscar la inspiración en el pasado, y en este caso intentando completar el paisaje, encontramos La Hacienda de D. Juan, igualmente en Llanes. Reinterpretando galerías o recurriendo a elementos tradicionales pero con reminiscencias más palaciegas, con unas dimensiones realmente apabullantes, este hotel está concebido como una inmensa zona de ocio, un moderno spa. Es obra del arquitecto llanisco José Luis Batalla. En la propaganda del establecimiento se concede relevancia al hecho de que el inmueble se ubica 'en la zona residencial de casas de indianos', y es que efectivamente se emplaza en una finca, donde nunca hubo palacete, pero rodeada de señorial verja y entre un conjunto de casonas: el propio arquitecto dice que es 'la casa de indianos que faltaba'. El anteproyecto corresponde a 1999, aunque previamente ya en 1997 aparecen los primeros dibujos de José Luis Batalla. La intención de los clientes, que el arquitecto supo captar, fue lograr una atmósfera lujosa y sosegada, que evocase la de las haciendas americanas. De hecho, Batalla se documentó a partir de los trabajos sobre arquitectura de indianos realizados por las profesoras María Cruz Morales Saro y Covadonga Álvarez Quintana.

 

Fig. 3. Hotel La Hacienda de D. Juan

 

 

Fig. 4. Hotel La Hacienda de D. Juan

Por otra parte, la Junta de Andalucía ha promovido una serie de villas turísticas, que en general ofertan los valores de lo popular-tradicional como reclamo. Se trata de auténticas recreaciones o meros pastiches de lo que cualquier turista imagina encontrar en la región. En la Axarquía (Málaga), funciona desde hace tres años uno de estos establecimientos, del que se dice que se trata de 'una pequeña aldea construida con el estilo típico andaluz'. En la Villa turística de Priego de Córdoba se alude también a 'un típico pueblo andaluz con sus calles y plazas'.

 

Fig. 5. Villa turística de Axarquía

De nueva construcción son igualmente los diez chozos de Benaocaz en la sierra de Grazalema, levantados por el arquitecto José Morales a partir de 1991, siguiendo criterios bioclimáticos, según el propio autor proclama[6]. Se ha tenido en cuenta aquí la orientación, las horas de sol, el aprovechamiento energético o el cuidado del entorno. Pero, hay que tener en cuenta que este tipo de edificios de planta circular con cubierta vegetal eran habituales en la arquitectura popular no sólo andaluza sino también de otras regiones como Extremadura, Asturias o Galicia, y que el sabor rural-tradicional es demasiado evidente, y el resultado es un tanto trasnochado.

Fig. 6. Villa turística de Grazalema

Y sin salir de Andalucía, la iniciativa privada va en la misma línea. Además de numerosos cortijos de los siglos XVII y XVIII ahora rehabilitados, aparecen otros ejemplos más pintorescos. Así, la Casa Cueva Los Marchaleros (Marchal, Granada) es, como se recoge de su publicidad en Internet, una 'casa-cueva situada en un pueblo troglodita de la vertiente norte de Sierra Nevada, restaurada en 2003', de lo más sugerente. Y como ésta hay muchas otras: 'cueva excavada en pequeño cerro...' se dice del alojamiento denominado Cueva del Registrador en Huéscar (Granada), o 'cuatro cuevas del siglo XVI con dos dormitorios cada una...', en las Cuevas Medinaceli de Fonelas en la misma provincia.

Si bien en Extremadura hemos encontrado ejemplos de lo más pintoresco como un núcleo de turismo rural, donde la iluminación se consigue gracias a candiles, en aras de una búsqueda de lo 'auténtico' sin civilizar de lo más curioso en esa misma región hemos hallado apuestas interesantes por la modernidad.

Así, pese al panorama general descrito en Extremadura desde el gobierno regional se han impulsado algunas iniciativas de establecimientos vanguardistas en ámbito rural, con resultados muy positivos. Es el caso de la hospedería Parque de Monfragüe ubicada en la localidad cacereña de Torrejón el Rubio, en pleno Parque Natural. Se trata de un establecimiento de cuatro estrellas, con un diseño que bebe directamente de planteamientos del Movimiento Moderno, sin concesión alguna a presupuestos historicistas y pintorescos. Aun así, y precisamente por ello, gracias a la combinación de materiales actuales como el hormigón, con otros tradicionales: la pizarra y la madera y a una sabia disposición volumétrica se integra perfectamente en el entorno. Es la pura demostración de que es posible construir con osadía en ámbito rural y lograr excelentes resultados.

 Hospedería Parque de Monfragüe

Fig. 7

Fig. 8

Fig. 9

El hotel se engloba dentro de la Red de Hospederías de Extremadura, caracterizada por su elevada calidad y la elección de edificios singulares de nueva planta o rehabilitados, emplazados en lugares de alto potencial turístico, donde sin embargo la iniciativa privada era reacia a actuar.

Obra del arquitecto José Manuel Jaureguibeitia Olade, se estructura en dos pabellones dispuestos en aspa, unidos por una construcción acristalada que alberga el restaurante. La horizontalidad del conjunto se acentúa por la elección de una balconada corrida de madera para el piso superior. Destacable es la piscina, ubicada en un extremo de la amplia finca donde se levanta el hotel, contra un muro que se horada para abrirse al espectáculo del Monfragüe, que así penetra. Los huecos cuadrangulares se contraponen y dialogan con otros rectangulares que con estático ritmo romano y aspecto de platabanda egipcia pero de forma conceptual, no hay concesión historicista alguna componen otro muro paralelo que penetra en las aguas mansas. Como si de simbólicas ruinas emergidas se tratara, configurando un entorno apacible, ordenado y de bien resuelta elegancia, que ordena sin agredirlo el paisaje circundante.

También de la Red de Hospederías de Extremadura merece la pena destacar el hotel Embalse de Orellana, ubicado junto al pantano en Orellana la Vieja (Badajoz). El resultado actual es fruto de las obras efectuadas por los arquitectos Ignacio y Jorge Candela Maestu, para su apertura al público en marzo de 2003. El establecimiento, con categoría de tres estrellas, se estructura en dos bloques bien diferenciados: el módulo social y el de habitaciones. Como complemento se habilitan una zona de piscina de adultos y otra de niños y una pista polideportiva. El conjunto queda envuelto por una refrescante zona verde dotada de importantes masas arbóreas.

Fig.10. Hospedería Embalse de Orellana

Formalmente sorprende la elección de un lenguaje moderno y expresivo, donde los pilotis se alzan con gran esbeltez, elevando unos cubos que parecen componerse y descomponerse una y otra vez, en un juego deconstructivo que nos hace entroncar directamente con los vanguardistas presupuestos arquitectónicos de los años 60 y 70[7]. Además de la herencia inexcusable al Movimiento Moderno y a De Stijl, hay un evidente guiño a Archigram en lo referente a la polilocalización, que parece incluso más sencilla gracias a esos pies derechos que casi semejan patas capaces de variar el emplazamiento. Es la referencia también al Habitat (1967) de Safdie para Montreal o a la Torre Nagakin (1972) de Kurokawa en Tokio. Los módulos, blancos y puros, esenciales, se arman y desarman como un rompecabezas, y las escaleras exteriores se quiebran también llenando el paisaje de ángulos imposibles que dotan de gran expresividad al conjunto.

Siguiendo en Extremadura y su red de hospederías, nos encontramos con la de Hurdes Reales, ubicada en la alquería de Las Mestas, dentro del municipio cacereño de Ladrillar. Aquí se partió de una de las factorías que el Real Patronato de Hurdes levantó en la zona, con vistas a albergar la escuela, el dispensario médico y la casa-cuartel de la Guardia Civil. Este patronato fue creado por Alfonso XIII tras su famoso viaje por la comarca hurdana.

Hospedería Hurdes Reales

Fig.11

Fig.13

Fig.12

El actual hotel, emplazado en el promontorio que acogía la vieja factoría es resultado de la rehabilitación parcial del inmueble y de la construcción de uno nuevo anexo al anterior. El proyecto corrió a cargo de los arquitectos Guillermo Alcón Olivera y Alfonso Bermejo Franco. Los trabajos culminaron en el año 2001, y el establecimiento abrió sus puertas en 2002.

Las habitaciones se ubican en el núcleo primitivo, que se ha dotado de una planta superior siguiendo la tipología original. El cuerpo de nueva planta alberga los espacios de uso público y de servicios: cafetería, restaurante, salón, lavandería, cocina, etcétera. Una piscina de adultos y otra infantil se recogen dentro del jardín en U que configura la zona destinada a dormitorios. Cuidado césped y abundante arbolado conforman un espacio externo atractivo, lo que se intensifica con espléndidas vistas a los bosques y montes circundantes, que envuelven el hotel y penetran en su vida; sin que lo contrario, sin embargo, ocurra a causa de la espléndida situación elevada del edificio..

En la Hospedería Hurdes Reales es destacable la elección de técnicas y materiales tradicionales de la zona como la mampostería de pizarra para los cerramientos verticales exteriores del cuerpo de uso público, cubierta de teja vieja curva árabe para la zona de habitaciones y de lajas de pizarra en la edificación nueva, carpintería de roble y pino, y suelos de madera, baldosa y pizarra. Sin embargo, el resultado es cualquier cosa menos pintoresco. La zona de habitaciones que se abre al patio se ha pintado de blanco y presenta amplios ventanales, lográndose un resultado armónico y depurado, como corresponde a la rehabilitación de un edificio que nunca quiso resultar ostentoso. En cuanto a la fachada principal, de nuevo cuño es resaltable el juego que marca el alabeado de la fachada y su contraste con la marquesina que señala el porche de acceso.

En otras regiones como Asturias también se encuentran algunos ejemplos interesantes de arquitectura moderna en ámbito rural destinados a establecimientos hoteleros; aunque en este caso de iniciativa privada. Así, La Posada de Babel, ubicada en la localidad de La Pereda en Llanes. Es un hotel rural que no por ello se queda en fórmulas periclitadas, y donde resultó crucial la apuesta decidida del arquitecto César Ruiz Larrea y su capacidad para convencer a los responsables municipales de que un proyecto nada tradicional puede resultar perfectamente integrado en un entorno rural. De hecho este establecimiento marca un hito en la arquitectura del turismo, no sólo en Llanes, ni siquiera en Asturias. Así, junto a un edificio principal muy interesante con clara adscripción al Funcionalismo y guiños a De Stijl, en el que destacan las amplias cristaleras, se ubica un antiguo hórreo rehabilitado y transformado en habitación, un minimalista al tiempo que constructivista cubo de teca y cristal que a nadie deja indiferente y un reciente edificio en que las investigaciones con nuevos materiales tan del gusto de Ruiz Larrea dan sorprendentes resultados. El establecimiento está integrado en la marca Club de Calidad Casonas Asturianas.

El inmueble principal fue proyectado en 1992 por el estudio Tres a-c, integrado por los arquitectos Enrique Álvarez Sala, Carlos Rubio Carvajal y César Ruiz Larrea[8], autor éste último del resto de instalaciones. Para su ampliación clientes y arquitecto tuvieron claro que el respeto medioambiental pasa por un equilibrio volumétrico, al modo tradicional de las quintanas o caserías. Así, en lugar de añadir un cuerpo al establecimiento inicial, rompiendo su armonía y proporciones se decidió arbitrar un nuevo edificio. Y lo mismo ocurrió cuando recientemente, en 2003, se decida incrementar el espacio construido del hotel.

Y es que Ruiz Larrea es un apasionado de la sostenibilidad, de lo que él denomina 'arquitectura bioclimática'[9]. Se preocupa por todo, con una concepción integral de la arquitectura. Ruiz Larrea se muestra convencido, y convence, de una vía que aboga por 'el esencialismo antes que el minimalismo', por medio de 'formas sencillas y sinceras, sin retóricas'. Ha pensado mucho en el trabajo del arquitecto en el medio rural, y se le nota. 'No se puede congelar la vida, la arquitectura debe propiciar la vida', afirma al tiempo que explica cómo sus obras respetan profundamente el entorno, pese a no recurrir al tópico de cubiertas en vertientes de teja artesanal, balaustres o geranios en las ventanas tan habitual en el norte peninsular. Preocupación urbanística que lo hace buscar el sentido del comportamiento de los edificios entre sí, pero también de su comunicación con el terreno; reinterpretación también de la visualidad tradicional de los edificios rurales con guiños a balconadas o galerías, aunque sin la más mínima concesión al pastiche.

El cubo, de 7 x 7 x 7 metros es obra individual en 1997 de Ruiz Larrea. Se trataba de ampliar en cuatro habitaciones el programa del hotel, una de las cuales debía además posibilitar su conversión en suite. Hay aquí una clara apuesta de innovación formal por parte de los propietarios, que al acometer la ampliación del establecimiento optaron por romper con la línea del pastiche y acudir a la ruptura total. De hecho, el cubo, que se comporta casi como un elemento mueble, resulta tan impactante como caído del cielo. Recuerda en este sentido las utopías lúdicas de Archigram y la Walking City de Ron Herron (1964) o la Plug in city que podía reinstalarse en cualquier momento, de Peter Cook, Warren Chalk y Dennis Crompton (1964-66). Por otra parte su juego plástico de planos evoca el pabellón de Mies van der Rohe para Barcelona. El propietario, Lucas Cajiao, que explica con pasión su encuentro con los entresijos de la arquitectura al acometer los trabajos del primer volumen, se refiere a esta ampliación líricamente: 'con los años apareció otra vez la pasión, la curiosidad, el reto y los primeros bocetos de nuestra cajita de madera, nuestra escultura'.

En 2003 nuevas necesidades se plantean, y es preciso pensar en la fórmula de acometerlas. Los propietarios de La Posada de Babel carecen ya de cualquier atisbo de duda: es incuestionable que Ruiz Larrea será el arquitecto que efectuará el proyecto. Y una vez más el acierto es total. Cubierta de zinc, madera de pino cuperizada[10], vidrio y naturvex configuran un edificio una vez más sin concesiones, y donde se repite la apuesta por las novedades matéricas que la tecnología actual oferta. En este sentido hay que considerar la constante indagación por parte de Ruiz Larrea en el campo de los materiales, buscando aquellos que permitan la transpiración, sin que la humedad pueda penetrarlos, evitando así su deterioro. Esto corrobora su rotunda aseveración: 'entiendo la técnica como la capacidad de dar respuesta a un problema'.

Posada de Babel

Fig.14

Fig.15

La elección de modelos no tradicionales para el diseño de hoteles en ámbito rural parece así que, poco a poco, va fraguando en la región, como evidencian otros ejemplos asturianos. Es el caso de Ca`l Xabú en Cuérigo (Aller), un proyecto hotelero redactado a finales de 2001 por los arquitectos gijoneses Ángel Casas Mayor, Víctor Longo y Esther Roldán , y cuya decoración corrió a cargo de Agustín Aramburu. El inmueble parte de una vieja casa que se ha recuperado, pero las necesidades de espacio hicieron precisa una ampliación en la que no hay concesiones al pasado, y donde los amplios ventanales suponen una auténtica seña de identidad del inmueble, permitiendo a las construcciones populares de la pequeña aldea penetrar en el nuevo recinto, modificada por él y a un tiempo caracterizándolo .

En Aracena (Huelva) hemos rastreado igualmente ejemplos de búsquedas novedosas que superan el adocenamiento de la vuelta a ese regionalismo andaluz tan del gusto de la arquitectura del turismo del sur de España. Se trata de iniciativas privadas para recuperar alguna casa tradicional en la localidad serrana de Valdelarco. Aquí, en lugar de acudir a la solución manida de convertir la pequeña población en un núcleo de turismo rural, donde se desvirtúa por completo la actividad tradicional, la solución es otra: las cuatro las casas ofertadas son cada una distinta y sorprendente. Se rehabilita con materiales novedosos, se decora con planteamientos de comodidad y modernidad, pero manteniendo el resto del núcleo con su actividad tradicional, y se rasgan amplios ventanales, desde los que el viajero contempla al atardecer Aracena, el bosque cálido y tranquilo, tras haberlo recorrido a lo largo de la jornada. Es, en fin, lograr que el paisaje que acompañó durante el paseo entre a formar parte del interior de un alojamiento rural que ha sabido comprenderlo.

Los arquitectos que diseñaron La Antigua Panadería, La Casa de Doña María, El zarzo de Nemesio y El Risco del Lomero son Ramón Pico Valimaña y Javier López Rivera, y obtuvieron primer premio en la edición del concurso del Colegio de Arquitectos de Huelva correspondiente al año 2000, por estas actuaciones. Ambos son responsables también de la reforma del antiguo embarcadero de mineral para centro ecológico-deportivo en El Granado (Huelva).

 El Zarzo de Nemesio

Fig.16

Fig.17

 

 El Risco de Lomero 

 Fig.18

Fig.19

Estas casas rurales onubenses conjugan un respeto hacia el patrimonio constituido por la arquitectura popular con una apuesta radical por la vanguardia, y los planteamientos bioclimáticos, sin concesiones al pastiche. Así, se mantienen muros tapiales y se integra la roca en la construcción, al tiempo que se buscan soluciones más etéreas para unos interiores diáfanos en los que la sierra de Aracena penetra a través de amplios ventanales.

Se aprecia así, en definitiva, que si bien persiste la adoración por lo popular-tradicional, pintoresco y pastiche a la hora de construir el paisaje del turismo rural, empieza a calar una postura distinta. Un planteamiento rabiosamente innovador, moderno, que como tal se compromete con su tiempo y con el respeto a un medio ambiente, garantizando un desarrollo equilibrado y sostenible.

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[5]

ADAMS FERNÁNDEZ, Carmen: 'Arquitectura y Turismo: en torno al hotel. Visiones y propuestas en el último cuarto del siglo XX.', en MORALES SARO, María Cruz: Llanes. Historias de ayer, patrimonios del futuro; Llanes, 2004.

[6]

 'Los chozos de Benaocaz', en Tierra Sur, nº5, Sevilla, otoño 1999.

[7]

ALONSO PEREIRA, José Ramón: Utopía y deconstrucción en la arquitectura contemporánea, Oviedo, 2003.

[8]

'César Ruiz-Larrea Cangas' (monografía), Documentos de Arquitectura 48, Colegio de Arquitectos de Almería, mayo 2001.

[9]

FERNÁNDEZ ALONSO, A. Y Ruiz Larrea, C.: 'Algunas reflexiones sobre la arquitectura bioclimática', en Tierra Sur, Nº5, Sevilla, otoño 1999.

[10]

El cuperizado de la madera consiste en dar un protector orgánico a ésta cuyo producto químico presente es el naftenato de cobre.