in Comunicación y Medios
Radio Nacional de Chile. La apuesta radiofónica de la dictadura cívico-militar chilena
Resumen:
Este artículo expone el desarrollo de la primera radioemisora estatal del país, Radio Nacional de Chile, durante la dictadura (1973-1990). Creada por la Junta Militar, se busca describir tanto el uso que se hizo de esta emisora para las comunicaciones del gobierno, como su influencia en la radiofonía nacional durante este período. Con un marco teórico de naturaleza flexible, con aportaciones de las comunicaciones, la estética y la historia, y una metodología mixta, se da cuenta de un objeto de estudio hasta ahora inédito. Pese al progresivo distanciamiento que fue tomando el aparato estatal de la cultura durante el régimen militar, principalmente por la creciente influencia del neoliberalismo, este no fue completo, como se demuestra en el caso de las radiocomunicaciones. Estas habrían sido rápidamente utilizadas como piezas estratégicas por las autoridades, para su ejercicio del poder y la gobernabilidad de la población, así como para su propia imagen.
1. Introducción
Este artículo da cuenta de la investigación realizada a una de las pocas empresas culturales que se mantuvo en manos del aparato público durante la dictadura cívico-militar chilena (1973-1990): Radio Nacional de Chile. Surgida posterior al Golpe Militar del 11 de septiembre de 1973, esta radioemisora, por un lado, fue uno de los principales medios de comunicación de las autoridades entrantes. Por otro lado, fue una sobreviviente de las políticas de shock, ya que las empresas culturales dependientes del Estado, progresivamente, fueron perdiendo apoyos e, incluso, se privatizaron con el pasar de los años, por la aplicación de políticas neoliberales. Este artículo, a través del empleo de metodologías mixtas, basadas en información documental, busca no solo comprender de mejor forma el desarrollo de esta radioemisora, sino también el uso que se hizo de las comunicaciones y, en particular, su influencia en la radiofonía nacional durante estos años en el país.
Este artículo se divide en tres partes. En primer lugar, se formulan, de manera sucinta, algunas consideraciones teóricas y prácticas, de carácter históricas, que son relevantes para esta investigación, como los antecedentes de la radiofonía nacional y la dinámica existente entre el poder y las comunicaciones. En segundo lugar, se expone la metodología empleada en esta investigación. En tercer lugar, se presentan los resultados, divididos en dos. Por un lado, se exponen los hallazgos respecto al desarrollo histórico de la primera radioemisora estatal, Radio Nacional de Chile, una de las pocas empresas culturales dependientes del gobierno que no cerró sus puertas durante este período. Por otro lado, se propone una interpretación respecto a la evolución de esta radioemisora, sosteniendo la presencia de ciertas lógicas ideológicas, políticas y económicas que fueron parte de la dictadura.
Finalmente, se propone entender a esta empresa cultural (Navarro, 2014), que ha pasado casi inadvertida por la historiografía nacional, como un importante medio de comunicación, el cual podría ser tomado como una fuente que posibilite aproximaciones más inductivas para estudiar cultural, comunicacional e históricamente a la dictadura. Además, permite corroborar algunas de las hipótesis respecto al uso que esta hizo de las comunicaciones en el país.
2. Discusión teórica
Las cuestiones que dan forma a una determinada sociedad son varias, entre ellas la cultura. Si bien esta cuenta con una serie de agentes que intervienen en su desarrollo, lo cierto es que el Estado es uno de estos. De hecho, se puede señalar que, hasta mediados del siglo recién pasado, la burocracia estatal chilena tenía injerencia directa en dos “aparatos culturales”: el sistema de educación y el sistema de comunicaciones (Gutiérrez & Munizaga, 1983, p.3). Sin embargo, la radio, a diferencia de la prensa escrita, no tuvo la importancia de esta, aunque, desde la década de 1960, logró penetrar en las capas más marginales de la sociedad, donde el sistema de educación no era tan efectivo. Pese a esto, la radio no fue considerada como una herramienta o factor cultural importante, sino solo por su rol de entretención y, en el mejor de los casos, de formación de opinión, como si fuera políticamente inocua (Gutiérrez & Munizaga, 1983). Cabe mencionar que las emisoras fueron en sus inicios privadas, por lo que el Estado se limitaba solo a su vigilancia, más allá de las potencialidades que tenía (Paredes, 2012).
Por ello, no existió una política cultural clara respecto a la radio por aquel entonces. Al no ser manejada por el aparato estatal, la radiofonía nacional se desarrolló con cierta libertad. Muchas veces, sin embargo, quedó expuesta a los vaivenes del mercado y a los intereses de quienes lo regían o tenían mayor injerencia en este (Gutiérrez & Munizaga, 1983). Aunque nació experimentalmente en Chile en 1922, no fue hasta la segunda mitad del siglo recién pasado que la radio se volvió un medio de comunicación de masas, entrelazando una concepción liberal de corte tradicional con una de un aparato estatal rector de los procesos y árbitro de los conflictos, tal y como demuestra la legislación radial de la época (Lasagni, Edwards & Bonnefoy, 1987).
Esta naturaleza entró en conflicto durante la dictadura. Esto se produjo por una cuestión práctica, con el levantamiento de un cerco a la vida pública de parte de las autoridades. No se puede olvidar que el golpe de Estado produjo un quiebre en las distintas capas que conformaban la esfera cultural y comunicacional, con una “inmediata y drástica desarticulación de toda aquella institucionalidad cultural que aparecía más identificada no sólo con el gobierno de la Unidad Popular, sino que con el funcionamiento democrático de la sociedad” (Catalán & Munizaga, 1986, p.24). Esta naturaleza se conflictuó también desde un punto de vista teórico, ya que el Estado abandonó “a la suerte del mercado” a buena parte de las radioemisoras (Gutiérrez & Munizaga, 1983).
Sin embargo, no se puede olvidar que después del 11 de septiembre de 1973, la Junta Militar de Gobierno fue consciente del hecho que un poder establecido solo a partir de la fuerza padecería una existencia constantemente amenazada. Como señala Georges Balandier (1994), para su mantención en el poder, las autoridades recurrieron a la transposición, la producción de imágenes, la manipulación de símbolos y al ordenamiento de todo el escenario cultural (p.18). En la medida que subvierte la percepción y el entendimiento, como señala Herbert Marcuse (1979), el potencial político de la cultura pasa a radicar en sí misma (p. XI). Según Katya Mandoki (2007), “no todas las tácticas propagandísticas funcionan, pero las que funcionan, lo hacen por la estética pues están orientadas a conmover y movilizar la sensibilidad del destinatario”. De hecho, recuerda que “si la adhesión al Estado fuese natural, no tendrían que fabricarse e implementarse tantas y tan repetidas estrategias” (pp. 204-205). Asimismo, según Harry Pross (1980), “el ejercicio del poder y el poder mismo no se fundamentan únicamente en la violencia, sino que encuentran la raíz misma de su existencia en la dominación a través de signos y símbolos” (pp. 23-24).
La tensión que se vivió en el modelo de la radiofonía nacional fue evidente, cuyo ejemplo fue lo ocurrido con Radio Nacional de Chile, desde los inicios de la dictadura chilena. La Junta buscó, inicialmente, una verdadera reconstrucción nacional, lo cual exigía que cualquier esfuerzo se acoplase a aquel “eje central y jerarquizado” (Catalán & Munizaga, 1986, p.26). Los medios de comunicación, entre ellos las radioemisoras, pasaron entonces a servir a la “información de la ciudadanía y desmentir rumores” ( Velasco, 2015 , p.26), y en la búsqueda de adhesión popular al gobierno, se propusieron convocar, interesar y hacer sentir a la población como parte de un proyecto histórico que recién comenzaba (Munizaga, 1983). Posteriormente las empresas culturales debieron dinamizarse, dadas las exigencias de la modernidad y, para ello, recurrieron “a las técnicas que son usadas en el mercado económico, de modo tal que tampoco en el ámbito de la cultura existían pérdidas económicas” (Bravo, 1986, pp. 43-44).
3. Metodología
En relación con la metodología de esta investigación, cabe señalar que “no es posible dibujar una delgada línea y decir con propiedad qué podemos encontrar del lado de los estudios culturales. Tampoco es posible señalar una teoría o metodología unificada que sea característica de estos” ( Sparks, 1996 , p.14). Dado el objeto de estudio de este trabajo y la deuda intelectual con múltiples disciplinas y autores, lo cierto es que la metodología pareciera asimilarse más a “una verdadera bolsa de ideas, métodos y preocupaciones de la crítica literaria, la sociología, la historia, los estudios de medios, etc., que se agrupan bajo la conveniente etiqueta de estudios culturales” ( Sparks, 1996 , p.14).
No obstante, sí es posible señalar algunas distinciones que permitan ahondar en la metodología particular empleada para esta investigación. De este modo, la metodología utilizada se puede considerar mixta, en tanto emplea técnicas de tipo cualitativo y cuantitativo, suponiendo un despliegue significativo (Aróstegui, 1995).
Respecto a las técnicas de tipo cualitativo, esta investigación supuso el uso de la información documental y técnicas filológicas. La primera de estas se aplicó con un afán eminentemente heurístico, buscando fuentes en archivos, prensa, publicaciones oficiales y textos bibliográficos, para un objeto de estudio inédito, entre 1973 y 1989. Al respecto, destaca el trabajo realizado en el Archivo de la Biblioteca del Congreso Nacional; la Biblioteca Nacional, en su Archivo de Referencias Críticas, su Sección Chilena, Sección Fondo General, Sección Periódicos y Microformatos, y Sección Revistas; la Biblioteca del Instituto Nacional de Estadísticas; y el Centro de Documentación Política, del Instituto de Ciencia Política de la Pontificia Universidad Católica de Chile, en su Fondo Gobierno Militar. La segunda de estas se aplicó con un afán más bien hermenéutico, particularmente, sobre las publicaciones oficiales, tales como bandos, decretos y decretos-ley, entre 1973 y 1989.
En relación con las técnicas de tipo cuantitativo, esta investigación supuso el empleo de la tabulación e indexación, la estadística, el análisis textual cuantificado y la graficación para exponer algunos de sus resultados. Esta tarea se realizó en función de las fuentes halladas en la Biblioteca del Instituto Nacional de Estadísticas, con un afán tanto hermenéutico como epistemológico. Al respecto, se revisaron todos los anuarios y compendios estadísticos publicados por este instituto de manera anual entre 1975 y 1991. Gracias a este trabajo fue posible visualizar, en parte, el desarrollo cuantitativo de las estaciones de radio dentro del país durante la dictadura, clasificadas en Amplitud Modulada y Frecuencia Modulada.
4. Resultados
4.1. Auge y caída de Radio Nacional de Chile
La Junta Militar de Gobierno contó desde un principio con el apoyo de una serie de radioemisoras, como Agricultura y Minería, que habían liderado la llamada “Cadena democrática” durante la Unidad Popular, después de que a mediados de 1972 “la prensa de derecha (la cadena periodística El Mercurio, varias radioemisoras y el Canal 13 de Televisión) pasaron a tomar una actitud de franca y dura oposición” al presidente Allende (Gazmuri, 2012, p.320). Esto, sin embargo, pareció prontamente insuficiente, debido a que, pese a la censura previa, tuvo que enfrentar la oposición de radios Cooperativa ( Rivera, 2008 ), de Chilena y Balmaceda, que fue clausurada por el régimen en 1977 1 .
En los años previos al golpe de Estado, la radio experimentó un importante crecimiento (Marchant, 2001) 2 . Durante el gobierno de Allende, esta se volvió otro espacio de discusión en materia política ( Ministerio Secretaría General de Gobierno, 1996). El propio presidente decidió buscar apoyo en una serie de radioemisoras, iniciando la cadena “La Voz de la Patria”. Aunque esto se vio por algunos como un intento por monopolizar este medio de comunicación, otros vieron en esto una suerte de respuesta ante los constantes ataques recibidos por la oposición política desde 1971 (Gazmuri, 2014). Compuesta por Radio Corporación, propiedad de Erich Schnake, diputado del Partido Socialista de Chile; Radio Magallanes, del Partido Comunista de Chile; Radio de la Universidad Técnica del Estado; Radio Luis Emilio Recabarren, de la Central Única de Trabajadores, controlada por el Partido Comunista de Chile; Radio Sargento Candelaria y Radio Portales, fueron estas las encargadas, tras una cuestionada venta (Tarud, 2002) 3 , de salvaguardar las acciones del gobierno.
No obstante, todas estas emisoras fueron silenciadas el 11 de septiembre de 1973 ( Cáceres, 2008). Durante el alba de ese día, la Junta procuró allanar las dependencias de todas las radioemisoras pertenecientes o simpatizantes con la “La Voz de la Patria”. Radio Magallanes, sin embargo, logró emitir el último discurso público del presidente Allende antes de ser acallada por los militares (Serrano, 2013). Sergio Campos, reconocido locutor de Radio Corporación en ese momento, y después de Radio Cooperativa, narró en sus memorias:
Muy temprano habían despegado del aeropuerto Carriel Sur de Concepción cuatro aviones caza Hawker Hunter con la misión de silenciar las emisoras de Santiago que rechazaban el golpe militar. Estas eran Corporación, Portales, Nacional, Luis Emilio Recabarren, Candelaria y Magallanes, que formaban parte de la cadena La Voz de la Patria (Campos, 2016, pp.13-14).
Aunque esto respondió a estrategias bélicas convencionales, las cuales apuntaban a imposibilitar la circulación de información, no deja de ser significativo —y simbólico— que hayan sido las radioemisoras las primeras en verse afectadas, incluso antes del bombardeo al Palacio de La Moneda. Las nuevas autoridades buscaron no solo imposibilitar, sino también obtener un control total sobre la información. De hecho, levantaron un cerco a toda la vida pública. El Bando N° 1 ordenó que “la prensa, radiodifusoras y canales de televisión adictos a la Unidad Popular deben suspender sus actividades informativas a partir de este instante. De lo contrario recibirán castigo aéreo y terrestre”. Sumado a esto, se advertía que “el pueblo de Santiago debe permanecer en sus casas a fin de evitar víctimas inocentes” ( Junta Militar de Gobierno, 1973). Dichos anuncios se tornaron más alarmantes, al igual que las medidas impuestas, las cuales no siempre fueron documentadas como, por ejemplo, los reiterados agravios de todo tipo a la población, desde el miedo infundido hasta la eliminación corporal (Fermandois, 2004).
En este contexto, la Junta decidió crear la primera radioemisora estatal con el objetivo de “la instalación, montaje, operación y explotación de estaciones de radiodifusión en cualquier parte del territorio nacional, pudiendo realizar todas las operaciones de difusión, culturales y comerciales” ( Ministerio del Interior, 1974). Radio Nacional de Chile, de Amplitud Modulada, abrió así sus emisiones el 12 de febrero de 1974 en calle Morandé N° 25, Santiago, como resultado directo del allanamiento y expropiación de Radio Corporación (Campos, 2016). La radioemisora usó incluso la misma frecuencia, la 1140 kHz.
Gracias a “equipos de procedencia checa descubiertos en Radio Luis Emilio Recabarren”, esta estación se convirtió “en la emisora con mayor potencia en onda larga del país” ( Qué Pasa, 2 de noviembre de 1973, p.13). De propiedad de las Fuerzas Armadas y Carabineros, se relacionó con la Junta a través de la Secretaría General de Gobierno y contó con un directorio compuesto por cuatro uniformados y tres civiles: el coronel Eduardo Sepúlveda, quien lo presidía; el comandante Pedro Baraona, quien actuaba de vicepresidente; el teniente coronel Herbert Orellana; y el teniente coronel Mario Salas, cada uno correspondiente a una rama de las Fuerzas Armadas y Carabineros; Salvador Fernández, publicista y representante del Centro de Medios de Comunicación de la Secretaría General de Gobierno; Gabor Torey, periodista en representación de la misma emisora; y otro representante de la Junta.
“No habrá estrellas en la radio, ‘es una emisora sobria’”, declaró Torey, designado como gerente, quien advirtió además que “todo el personal se ha seleccionado entre los mejores elementos de que dispone la radiotelefonía nacional” ( Qué Pasa, 2 de noviembre de 1973, p.13). Esta afirmación es, a lo menos curiosa, ya que el Departamento de Prensa, a cargo de Francisco Baraona, estuvo entonces compuesto por personas con un “promedio de edad de veintiséis años”. Más bien fue un departamento encargado de “formar gente nueva dentro del periodismo radial”. Respecto a su programación, ésta apuntó a ser “integral desde la 0 a las 24 horas, lo que se llama ‘round o’clock’”, buscando “la sintonía de todo tipo de auditores”, aunque con “una gran inquietud cultural” y “boletines noticiosos cada hora y tres amplios bloques informativos”, indica la misma fuente. Radio Nacional de Chile buscaba ser “un vínculo de comunicación social destinado a mantener informada y entretenida a la audición, sin los inconvenientes que significa para los auditores la propaganda habitual, porque no habrá ningún avisaje comercial” ( Qué Pasa, 2 de noviembre de 1973, p.13). Para Torey y Baraona, esto se resumía en “prestar un servicio a la comunidad toda a través de un medio que no está comprometido con ningún otro interés” ( Qué Pasa, 2 de noviembre de 1973, p.13). Al menos en principio, esta radioemisora se propuso como una alternativa informativa y pública. No solo se rechazaron a las estrellas, sino que también se aspiró a mantener una presencia continua en el dial, salvaguardada de la aparente contaminación que significaban los avisos publicitarios.
Frente a las informaciones entregadas por otras radioemisoras en el extranjero, conformadas en general por exiliados chilenos —como Radio Berlín Internacional, Radio Praga, Radio Habana Cuba y Radio Moscú (Teitelboim, 2001) 4 — , se decidió “crear una serie de programas bajo el nombre de ‘La Voz de Chile’, para dar a conocer la realidad nacional en diversos idiomas” ( Qué Pasa, 2 de noviembre de 1973, p.13). Gracias al impulso de Torey y Baraona y “al equipo checoslovaco, en dos horarios –16,30 a 1,10 horas, y 8 a 10 horas– Radio Nacional ha salido al mundo por onda corta. Es la ‘Voz de Chile’” ( Qué Pasa, 31 de mayo de 1974, p.17). María Angélica de Luigi, periodista de Radio Minería y Qué Pasa, fue la encargada de su contenido, el cual era traducido a seis idiomas —inglés, francés, alemán, italiano, ruso y árabe, a los cuales se agregaron el chino, japonés, portugués y holandés—. Según ella se logró alcanzar “a unos diez mil auditores” ( Qué Pasa, 31 de mayo de 1974, p.17).
Radio Nacional de Chile y su programa internacional “La Voz de Chile” pasaron a ser entonces los portavoces de las autoridades al principio de la dictadura, tanto dentro como fuera del país, con la misión principal de dar una buena impresión del gobierno militar. Contando “desde el comienzo, con el apoyo y entusiasmo de las autoridades”, aunque con la única limitación de la antigüedad de sus equipos allanados en radios Corporación y Luis Emilio Recabarren ( Qué Pasa, 31 de mayo de 1974, p.17), esta radioemisora, al igual que aquellas privadas que componían la “Cadena Democrática”, pasó a cumplir un activo rol de propaganda. Una serie de reconocidas voces se plegaron a esta empresa, como Enrique Maluenda, Edmundo Soto, Rodolfo Roth y Rodolfo Cepeda, entre otros (Marchant, 2001).
La radioemisora entró en un proyecto de expansión, el cual le permitió aumentar de 37 a 39 las estaciones a las cuales llegaba su mensaje hacia 1976. “Con tecnología propia, construyó una nueva estación transmisora de frecuencia modulada para Talca, incorporando a los habitantes de esa ciudad y las zonas de Curicó y Linares a este adelanto de la técnica radial” (Gobierno de Chile, 1976, pp. 601). Además, ya con sus micrófonos abiertos al avisaje, superó la contracción publicitaria que se vivió durante esos años y “afrontó [así] con éxito una situación económica difícil, manteniendo su autofinanciamiento, e incluso adquiriendo durante este período equipos y repuestos por un valor total de US$ 31.000” (Gobierno de Chile, 1976, pp. 601). Fue en esta expansión que el cantante y locutor Enrique Balladares fue elegido encargado artístico de la radioemisora, para después pasar a distintos cargos directivos, que ya tenía en Radio Corporación. La llegada de Balladares a la radioemisora se explica por el papel que jugó este como directivo en el traspaso al gobierno de Radio Colo Colo (Silber, 1990), la cual terminó, curiosamente, bajo el mismo techo que Radio Nacional de Chile, en calle Morandé N° 25, Santiago (Gutiérrez & Munizaga, 1983). “La Voz de Chile” logró transmitir su “programación al exterior en 7 idiomas”, lo que significó, según las autoridades, “10.818.000 auditores selectivos” (Gobierno de Chile, 1976, pp. 601-602).
No obstante, el apoyo de las autoridades pareció volverse insuficiente hacia 1977, año en que declaró que sólo se había podido concretar alrededor del 60% de la “expansión que se había planificado desde 1973” (Gobierno de Chile, 1978, p. 652). Las dificultades que empezó a experimentar la radioemisora pasaron también por cuestiones sumamente prácticas, como problemas inmuebles y de equipamiento. Aunque esto último trató de remediarse con la inauguración, a mediados del año 1977, de un “nuevo transmisor de onda media (CB-114)”, el más potente de su tipo en el país para aquel entonces (Gobierno de Chile, 1978, p. 653). Lo cierto es que Radio Nacional de Chile estaba abarrotada en sus dependencias, compartiéndolas con su programa “La Voz de Chile” y Radio Colo Colo. La radioemisora se cuestionó entonces, por primera vez, su sello informativo y propagandístico, al verse incapaz de competir con las radios de grupos privados o empresariales, las cuales, si bien en general se mostraron favorables a las autoridades, se diferenciaban de la emisora estatal por su capacidad de inversión y de entregar un contenido más diverso (Marchant, 2001). Aunque para aquel entonces el gobierno ya había subastado una serie de empresas culturales, como la Editora Nacional Gabriela Mistral ( Jara, 2011 ), las autoridades prefirieron mantener la emisora. Fue este el momento en el cual “el criterio de privatización chocaba nuevamente con el peligro de que un medio de comunicación cayera en manos inapropiadas” (Cavallo, Salazar & Sepúlveda, 2008, p. 207). Así, el interés del gobierno por mantener su presencia en ciertos medios de comunicación fue más significativo que sus precauciones sobre estas y otras empresas culturales (Errázuriz & Leiva, 2012) o los consejos de los economistas respecto a estas (Donoso, 2019). La importancia de mantener un control sobre la información, tanto en su circulación como contenido, seguía siendo algo fundamental para el gobierno, el cual, por medio del cerco impuesto a la vida pública, buscaba mantener la gobernabilidad y no ahondar en sus problemas de legitimidad.
Radio Nacional de Chile logró ampliar su red a 44 emisoras en 1978 distribuidas en 11 ciudades a lo largo del país: 11 filiales en AM y 3 en FM, y 30 asociadas, las cuales transmitían en forma conjunta los informativos y programas especiales (Gobierno de Chile, 1978, p. 572). Además, adquirió los derechos exclusivos de las transmisiones radiales de la Copa Mundial de Fútbol de Argentina en 1978. Aunque ya había producido y transmitido por su cuenta programas 5 , comenzó a hacer transmisiones en conjunto con Televisión Nacional de Chile, específicamente de dos series que buscaban captar una mayor sintonía: “La Canción de Todos los Tiempos” y “La Gran Canción” (Gobierno de Chile, 1978, p. 572). Por su parte, “La Voz de Chile”, aunque no mostró ningún progreso respecto a su impacto en el extranjero, logró mantener sus transmisiones y salir con el mismo número de idiomas que el año anterior, mientras Radio Colo Colo subió levemente sus cifras de asistencia social, con atenciones “a un promedio de 500 personas diarias” (Gobierno de Chile, 1978, pp. 572-573).
Pese a estos y otros esfuerzos realizados por el gobierno en la radioemisora, esta fue cuestionada. Carlos Figueroa, entonces ex presidente de la Asociación de Radiodifusoras de Chile (ARCHI), advirtió que “es discutible la conveniencia de que un Estado subsidiario tenga en su poder un número tan importante de estaciones de radio”. A su juicio, el gobierno tenía “un criterio francamente estatizante en todas las políticas conocidas y en las acciones que se pretende implementar en el campo de las comunicaciones sociales en Chile” ( El Mercurio, 8 de marzo de 1978, p. 23). Esta contradicción pareció agravarse en 1979, cuando ante el surgimiento de otras radioemisoras en el dial, Radio Nacional de Chile entró en un “período de racionalización”. Mostró retrocesos como, por ejemplo, en asistencia social, la cual disminuyó de forma dramática. Debido a esto, el gobierno informó que “un grupo de expertos” estaba abocado a la tarea de confeccionar un programa financiero para la radioemisora, “a fin de evaluar más eficientemente los recursos disponibles para su autofinanciamiento, y lograr de ellos una rentabilidad” ( Secretaría de Relaciones Culturales, junio de 1979, p. 9). La primera medida entonces fue cambiar la programación, para conseguir el apoyo de otras instituciones, como la Secretaría de Relaciones Culturales del Ministerio Secretaría General de Gobierno, la cual comenzó a transmitir dos programas a través de esta radio: “Secuencias de la Literatura Chilena” conducido por Efraín Szmúlewicz y “Lo que Cantan las Canciones” dirigido por Germán Becker ( Secretaría de Relaciones Culturales, junio de 1979, p. 9). A esto le sucedieron una serie de cambios en el organigrama de la radioemisora, así como el anuncio de una “Política de Radio Nacional de Chile”, la cual “sugerirá las medidas que se estimen más adecuadas para el logro de los fines propuestos” (Gobierno de Chile, 1979, pp. 630-631).
El “período de racionalización” se convirtió así en uno de decadencia. A modo de justificación, aunque surgió producto de la expropiación, esta radioemisora declaró públicamente ser “heredera de un cuantioso déficit de instalación y operacional”. Este si bien había “ido disminuyendo en el período de forma tal que es posible prever un saneamiento definitivo en el mediano plazo”, significaría “la venta de algunos activos que no son propios de la función radial” (Gobierno de Chile, 1981, p. 714). Radio Nacional de Chile mostraba señales claras de decaimiento, viéndose incapaz de competir en el dial durante la década de 1980, tanto frente al surgimiento de otras radioemisoras como ante el crecimiento de la frecuencia modulada.
La radioemisora se sometió así a una serie de cambios para mantenerse como un medio de comunicación útil para el gobierno. Signo de esto fue su cambio de imagen en 1983, cuando, en la búsqueda de generar un impacto entre su público, cambió el logo de la radioemisora, asemejándose bastante al de la estación de radio estadounidense WJLA-TV de 1971 6 . A esto se sumaría en 1985 el cambió de su nombre a Radio Sistema Nacional —el cual no duró mucho, volviendo al original en 1987— como también sus dependencias. Luis Antonio Gamboa fue el locutor quien inició las transmisiones desde el segundo piso de calle San Antonio Nº 220, Santiago. Durante ese mismo año se le entregaría una nueva concesión a la radioemisora en regiones, con el objetivo de llenar un vacío y fortalecer la presencia de los medios de comunicación estatales fuera de la capital ( Ministerio de Transporte y Telecomunicaciones, 1985). Asimismo, tan solo unos meses después, se promulgó su nuevo estatuto orgánico ( Ministerio de Defensa Nacional, 1985) y se comenzó a transmitir semanalmente, con el apoyo de la Secretaría de Relaciones Culturales, el programa “Contacto con el arte y la cultura” (Gobierno de Chile, 1985, p. 538). Estos cambios no parecieron suficientes, y al año siguiente se promulgó un nuevo reglamento de servicio de bienestar para el personal de la radioemisora ( Ministerio del Trabajo y Previsión Social, 1987) con lo que se inició un proceso de cambio de programas y de sus contenidos.
Si bien ya había intentado transmitir una programación más juvenil en el 94.5 MHz en 1977 —cambiando al 88.9 MHz en 1981—, fue recién el 22 de mayo de 1986 que se iniciaron las transmisiones de Radio Futuro 7 . Esta fue una filial de la Radio Nacional de Chile, abocada a una programación juvenil y musical, más adecuada para competir con sus pares en el dial. Fue este el comienzo en la radiofonía nacional para figuras como Fernando Solís, Karin Yanine y Ricardo Cubillos, con José Luis Córdova, como director responsable, y Patricio Livingstone, como director musical.
Para 1987, Radio Nacional de Chile —volviendo a su nombre original— transmitió, otra vez con el apoyo de la Secretaría de Relaciones Culturales, un ciclo de programas especiales para conmemorar la vida y obra a 150 años de la muerte de Diego Portales. Esta colaboración se repetiría en 1989 con el programa “Entre artistas”, tribuna importante para artistas e intelectuales proclives a la dictadura (Gobierno de Chile, 1989, p. 471). Este sería el último esfuerzo del gobierno, o al menos el último del que se tiene registro, para salvar a esta radioemisora.
Radio Nacional de Chile, así como todos sus programas y filiales en el dial, fueron incapaces de competir sin contar con un apoyo más decidido por parte del gobierno. Aunque algunos programas como “Más Deporte” —transmitido desde 1983 en reemplazo del conocido “Chile Deportivo”— llegaron a ser líderes en sintonía y lograron popularizar deportes como el fútbol en los estratos socioeconómicos altos y medios de la población, gracias a la dirección de Milton Millas. Pese a esto la radioemisora ya estaba condenada a su desaparición.
Con la vuelta a la democracia el 11 de marzo de 1990, el gobierno de Patricio Aylwin pareció estar más cómodo tomando distancia respecto a la que había sido la radioemisora de la dictadura. No se planificó ninguna estrategia de aprovechamiento y/o reestructuración de este medio de comunicación. Relegada así durante años, con la llegada del gobierno de Eduardo Frei se anunció su licitación y posterior venta en 1995 a Santiago Agliati Gambino, quien era dueño de una empresa de vidrios. Esto marcó el paso al olvido de Radio Nacional de Chile.
4.2. La radiofonía en dictadura, conflictos y tensiones
El análisis sobre el desarrollo de Radio Nacional de Chile permite plantear una serie de supuestos respecto a la relación que el gobierno mantuvo con las comunicaciones y, en particular, con la radiofonía durante la dictadura.
En primer lugar, el control sobre las comunicaciones fue estricto e irrestricto. Esto tanto por las estrategias bélicas convencionales, como también por una cuestión de legitimidad. Si bien la Junta había llevado a cabo un golpe de Estado contra un gobierno cuestionado, este había sido elegido democráticamente por los ciudadanos y posteriormente fue ratificado por el Congreso Nacional. La Junta, por el contrario, no contaba con la misma legitimidad. Por ello fue fundamental mantener un control de las comunicaciones, con el objetivo de esparcir un solo mensaje: que este acto había sido necesario para salvaguardar la integridad del país ( Jara, 2011 ).
En segundo lugar, y en relación con lo anterior, el control de las comunicaciones se debió también a una cuestión de imagen, no solo nacional sino también internacional. La Junta, si deseaba dar esa impresión de salvadora del país, necesitaba el apoyo de las naciones extranjeras. Aunque esto no fue lo único que las autoridades realizaron para buscar simpatías fuera de Chile, lo cierto es que sí fue importante. Dar una buena impresión en el extranjero y luchar contra los dichos de los exiliados en distintos países, se volvió algo fundamental para el gobierno (Varas, 2012).
En tercer lugar, lo sucedido con Radio Nacional de Chile da cuenta del choque que existió entre distintos modelos económicos y sociopolíticos durante la dictadura. Aunque en un inicio la Junta se sentía más cómoda con un corporativismo de cuño nacionalista, esto fue cambiando a lo largo de la década de 1970. En particular, después de 1975 y 1977, cuando nuevos asesores, conocidos como Chicago Boys, asumieron importantes puestos dentro del gobierno y aplicaron políticas neoliberales, con una lectura particular del principio de subsidiariedad (Gárate, 2012). Para las empresas culturales, esto se tradujo en la pérdida de apoyos por parte del gobierno y luego su privatización o, en el peor de los casos, desaparición. No obstante, Radio Nacional de Chile, aunque sí fue perdiendo el interés de las autoridades, se mantuvo en sus manos como herramienta política y comunicacional.
En cuarto lugar, y tal como se aprecia en el Gráfico Nº 1, Radio Nacional de Chile atestiguó cómo cambiaban las preferencias en el dial y se sumaban nuevos competidores en este. Fue durante estos años que la primacía pasó progresivamente de la Amplitud Modulada (AM) a la Frecuencia Modulada (FM), la que llegó a sumar nuevos competidores ávidos por captar publicidad. Radio Nacional de Chile, aunque intentó adaptarse a esta realidad, quedó obsoleta ante las cambiantes necesidades del mercado, como sucedió durante estos años con buena parte de las radioemisoras AM. La radiofonía sufrió un crecimiento significativo durante el periodo 1975-1990, específicamente, la cantidad de radioemisoras en el dial se incrementaron en un 255,4%. Aunque no fue algo continuo, ya que existieron años a la baja, lo cierto fue una tendencia al alza durante todo el período de la dictadura, con varias radioemisoras que se sumaron a competir por publicidad y la atención de los radioescuchas. Por otro lado, la inversión de preferencias, desde la AM a la FM, se da como hecho desde mediados de la década de 1980, cuando el interés y el financiamiento a través de la publicidad se trasladaron a esta banda. Este cambio se acentuó durante los últimos años de la dictadura, debido a la privatización de los medios de comunicación y a la confianza depositada por las autoridades en las políticas de shock.
5. Conclusiones
Radio Nacional de Chile fue una de las pocas empresas culturales que se mantuvo durante la dictadura cívico-militar chilena, la que ha sido casi dejada de lado por buena parte de las investigaciones académicas. Sin embargo, los alcances de este artículo van más allá, ya que como se propuso, el estudio de esta radioemisora permite entender de mejor manera el uso que hizo el Estado de las comunicaciones y, en particular, la influencia que tuvo dentro de la radiofonía nacional. Esta radioemisora demuestra muy bien las tensiones que se vivieron en el dial, con presiones e intereses cruzados, tanto de parte del gobierno como de privados.
Aunque Radio Nacional de Chile puede catalogarse como una excepción, lo cierto es que también se vio afectada por la desaparición y despreocupación del aparato estatal. Esto ocurrió producto de las políticas de shock y las propuestas neoliberales que dejaban a las empresas culturales en manos del mercado. No obstante, esto podría proporcionar una visión parcial de lo ocurrido, puesto que las autoridades de aquel entonces no abandonaron a su suerte a esta radioemisora como sí lo hicieron con otras empresas culturales, que no eran de su simpatía. Aunque algunas empresas culturales como la Editora Nacional Gabriela Mistral o Chile Films sí fueron abandonadas, Radio Nacional de Chile, por su propia naturaleza de radioemisora y su efectividad para llegar a toda la población, tanto dentro como fuera de las fronteras nacionales, fue más bien uno de los canales principales del discurso oficial de la dictadura.
Es posible afirmar que, aunque la influencia del neoliberalismo desempeñó un papel fundamental y gravitante en la esfera cultural, incluyendo en esto a las comunicaciones, esta no fue absoluta. La Junta se mantuvo presente en esta y otras empresas culturales que eran de importancia. Esto le permitía buscar no solo la simpatía de la población o el control de la información circulante por aquel entonces, sino también ofrecer un discurso que le diera legitimidad y gobernabilidad del país.
Resumen:
1. Introducción
2. Discusión teórica
3. Metodología
4. Resultados
4.1. Auge y caída de Radio Nacional de Chile
4.2. La radiofonía en dictadura, conflictos y tensiones
5. Conclusiones